Friday, November 26, 2010

Sobre el Diálogo.


“Dialogar es una cosa y convencer o persuadir, otra muy diferente”

La visión del autor sobre la forma en la que un diálogo debe construirse resuena en mi interior como una especie de meditación participativa, es decir, que plantea que mientras uno está dialogando tiene que estar al tanto de sus sensaciones, emociones, juicios y pensamientos; y a su vez, mantener la atención en lo que se está diciendo en el círculo, los gestos y temperamentos que se sucitan.

“… el mismo intento de mejorar la comunicación termina generando mas confusión todavía, con la consecuente frustración que no aumenta la comprensión y la confianza sino que acentúa todavía más la agresividad y la violencia.”

Una de las frases iniciales del libro que encierra una gran verdad, pues todos los intentos de diálogo que están basados en procesos de convencimiento y persuasión están destinados a la violencia, pasiva o activa, pues como plantea el autor, si es necesario persuadir a alguien es porque aún quedan dudas con respecto a lo que tú opinas como correcto.

La forma en la que el autor desmenuza los procesos del pensamiento generó en mí una profunda catarsis, pues es la situación de la humanidad.  Las cosas que nos planteamos como absolutamente necesarias no son más que construcciones individuales, sociales, culturales o sectarias de un deber ser  que hemos dejado de cuestionarnos, pues no sabemos si quiera de donde viene.

Las cuestiones metodológicas son muy interesantes, pues el autor plantea que “en un grupo de menos de 20 personas la gente se dará fácilmente cuenta de los puntos candentes que debe evitar y pudiera tenerlo en consideración, mientras que, en un grupo de unas cuarenta o cincuenta personas (…) no tardará en advertirse la presencia de lo que podríamos denominar una “microcultura”, porque hay suficiente gente como para llegar a configurar un microcosmos de toda la cultura.”

Esto en un principio me hizo ruido, pero Bohm posteriormente aclara que se refiere a la representación de la cultura, pues habrá tal diversidad de puntos de vista y necesidades que se verán ejemplificadas todas las de la Cultura.

“Es esencial que, en el diálogo grupal, no tengamos que decidir nada, puesto que, de otro modo, no somos libres”

Esto me parece fundamental, y es duro saber que fuimos formados, y somos formados, en una sociedad donde todo diálogo debe llevar a ALGO, debe haber una conclusión, un plan a seguir.  Alguien tiene que salir victorioso.

“debemos disponer de un espacio vacío en el que quepa cualquier cosa y después de terminar, volvemos a vaciarlo”.

En la sección de Suspender las Creencias fue donde encontré grandes similitudes con el proceso de meditación, pues “tratamos de poner en suspenso nuestra reacción”, sin embargo, el diálogo lo lleva al nivel de la interacción pues plantea “atajar incluso cualquier tipo de insulto interno” pues así “el grupo puede terminar convirtiéndose en el espejo en el que se refleja cada uno de los participantes”.

“El secreto está en mantenerse en un nivel en el que las opiniones puedan expresarse manteniendo, sin embargo, la posibilidad de observarlas.”

Sobre la necesidad es muy claro que una vez que asumimos algo como absolutamente necesario  es imposible llegar a una conclusión conciliadora entre 2 necesidades del mismo tipo.

“La necesidad da lugar a impulsos irrefrenables. La necesidad es una fuerza tan poderosa que puede terminar superando incluso a los instintos”

“Todos los conflictos que aparecen en un diálogo (…) giran en torno a la noción de necesidad.”

Estoy de acuerdo, y es un proceso duro el desprenderse de dichas nociones de necesidad.

Me gusta la descripción de la necesidad artística, sin embargo no me queda del todo clara pues plantea que “la necesidad artística es creativa y en ella radica la libertad del artista que hace posible la percepción creativa de nuevos órdenes de necesidad”, planteando que el artista sigue sus propios impulsos.  Pero ¿Cómo se concilia esto con la noción de reflexión grupal?

La propiocepción del pensamiento es fundamental (el diccionario de Word, no reconoce la palabra propiocepción) pues no podemos seguir asumiendo que los problemas vienen de fuera, o el daño, cuando todo es generado por el propio pensamiento, lo de afuera son proyecciones de nuestro interior.  “Uno piensa porque tiene la intención de hacerlo (…) podemos llegar a percibir la intención y el impulso que nos lleva a pensar”.

La participación colectiva como un pensar juntos es una noción tan bella como posible, pues el objetivo del diálogo es “suspender las propias creencias y observarlas, escuchar todas las opiniones, ponerlas en suspenso y darnos cuenta de su significado.  Porque cuando nos demos cuenta del significado de nuestras opiniones, seremos capaces de compartir un contenido común, aun cuando no estemos completamente de acuerdo.”

“La sociedad se origina cuando un grupo de personas piensa y se pone de acuerdo en lo que van a hacer y luego llevan a cabo las decisiones que han tomado.”

¿Qué ha pasado con esta noción de sociedad? Por lo menos en el país no me queda claro que estemos de acuerdo y que las decisiones se tomen así, David Bohm critica la forma en la que todas las sociedades operan de una forma distinta a la que deberían.

“Culturas diferentes tienen diferentes gobiernos y que la ausencia de un significado aboca a la lucha política e incluso, en caso extremo, a la guerra civil”

“Para dar coherencia a nuestros significados deberíamos comenzar poniéndolos en común”.

Una de nuestras labores revolucionarias es facilitar el diálogo entre las partes desarticuladas de México, creo yo, o por lo menos del Estado de Veracruz, o de nuestro México a la mano.  No se, pero parece una herramienta fundamental para resolver los conflictos de México antes de que esto se torne en un conflicto más violento.

Las dificultades del diálogo son claras, y el listado que plantea Bohm es puntual en casos como los roles de dominancia, los impulsos, la redundancia y la necesidad de tener principios fundamentales, aunque no reglas, para un diálogo sano.

La necesidad de la participación mutua, dentro de la visión del diálogo del autor, es interesante, pues genera una conexión tacita entre personas que sin conocerse, comparten algo.

Es posible llegar a ser buenos amigos al dejar ir la violencia, el poder, y el rechazo.  Esto me recuerda a las lecciones de Jesús también.

“El enfado se alimenta del rechazo y de la rabia hasta que llega un momento en el que ya no precisa de ningún motivo y se alimenta de sí mismo.”

Nos convertimos en adictos a la sensación de estar enojados, de la ira, del rencor y la desdicha.  Y por supuesto, a nuestra noción de necesidad.

Y el capítulo cierra de una forma magistral.

“Tal vez, cuando nuestro diálogo alcance ese nivel de coherencia, podamos trascender la noción de que somos simplemente un grupo que trata de resolver los problemas sociales.  Tal vez entonces pueda producirse una transformación en el individuo y en nuestra relación con el cosmos.”

Tal vez.


Bibliografía.

Bohm, David. Sobre el diálogo (capítulo 1). Ed. Kairós. Barcelona

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